Medellín: El día antes del festival

3–4 minutos

Medellín. Ciudad cálida, con personas cálidas, rodeada y entre montañas. Ciudad paisa. Ciudad cervecera.

Fue mi primera vez en Medellín. El plan era para ir a la Toma Cervecera – Festival de Bandas, Pola y Parrilla. EL énfasis en la “pola”, era realmente lo que me interesaba: planear un viaje a otra ciudad a tomar cerveza artesanal. A tener la oportunidad, de que en un día, iba a poder conocer a varias cervecerías de la zona y probar sus recetas, conocer a su equipo, saber un poquito de su historia. ¡Qué emoción ir!

Listo. planeado todo el fin de semana: llego un día antes, teletrabajo; voy al festival todo el sábado; me recupero el domingo; teletrabajo el lunes y regreso para Bogotá. ¿Qué tengo que hacer? Tengo que mirar qué cerveceros van. Hago una lista. No sé qué cervezas van a servir, bueno, pues anoto los estilos que ya han promocionado antes. ¿Hay alguna cervecería que se me quede por fuera? Sí. Rayos. Listo, no, me modero. Hago lista de cervecerías en el festival y cervecerías para visitar el viernes o el domingo. Igual, realmente sólo tendré un día libre para ir a conocer cervecerías, mejor le apuesto a garantizar esos encuentros en el festival. ¿Qué hago? Le escribo a todos los cerveceros por redes sociales y ,de paso, les pregunto qué van a servir. Algunos me responden y me cuentan lo que van a llevar, otros simplemente no leyeron el mensaje. No importa, va a la lista.

Viernes en la noche, tengo que aprovechar este día para salir y conocer algo. Voy a Torrealta. Me voy en un Uber, la conductora me cuenta de otros lugares. Tengo que ir a “La Planta”. Lo anoto. Llego a mi destino, subo unas escaleras, está lleno y hay poco espacio. Al menos, tiene techos altos. No entiendo el lugar. La música se mueve en el pop de los 2000 – 2010. Me gusta que tiene ventiladores. Se ve como un espacio familiar, un espacio que ha sido decorado conforme pasa el tiempo. No importa. Vine por la cerveza artesanal. Primer choque: el vaso de 330 ml está al precio de una pinta en Bogotá. Bueno, no importa, tienen una Gose en la carta. La pruebo: está perfecta.

La germana olvidada, la Gose de Torrealta, está perfecta. Huele a sal marina, su color es dorado claro. La pruebo y tiene tonos cítricos, tonos ácidos, tonos salados, se siente fizzy en mi boca. Me encanta. Cumple. Medellín me recibió con una Gose, está bien. Está más que bien. Estoy contenta.

Pruebo una Belgian Single, una Belgian Duvel, una IPA y una Hoppy Saison. Bstán muy bien. Me reconforta llegar a una cervecería, pedir un estilo de cerveza específico y que la bebida que me traen en el vaso, coincida. Que el olor, el sabor, el lúpulo, la malta, la cantidad de gas, estén en la medida esperada de cada una de estas cervezas.

Estoy satisfecha. Es una buena primera noche, en un solo lugar pruebo muchas cervezas y el servicio es bueno. Lo extraño del servicio, es que cuando pido una IPA, o alguna otra cerveza por el estilo, me preguntan qué es lo que estoy pidiendo. Como si el nombre que le ponen a la cerveza, en este caso, “El niño sin padre” fuera un plato de comida específico, y que cuando pido una IPA, estoy pidiendo algo que está por fuera del menú.

Me como una pizza. Tomo cerveza. Tomo mis notas, sigo revisando mis listas. A veces levanto la mirada, y me sorprendo de ver un público femenino tan abundante en la cervecería. Cuando voy a una cervecería en Bogotá, normalmente no veo tantas mujeres. Esto me pone contenta. Ya no estoy tan sola. Vuelvo a mi hospedaje. Contenta por haber encontrado la primera Gose del viaje y con expectativas para ir al festival el día siguiente.